Destruida

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Descuartizada, despedazada
Por aquel inmenso dolor que nunca pudo borrar;
Sólo quedan los restos
Su último aliento
El desgano de respirar.

Tendida en las paredes agrietadas
De la habitación destruida
Marchita, opaca, ruin, desvanecida.

Se desplaza por sus brazos,
La sangre en desmedida
Heridas viejas, heridas provocadas
A causa del abandono, de la desesperación.

Ya no se puede distinguir,
La pupila ni el iris en sus ojos;
Mirada poseída,
Brillo de frustración.

Evadne Dos Torres
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Resurrección de corazón

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Abre mi pecho, como en cirugía,
Desconecta mis venas y arterias
Deja que mi sangre se escurra por mi cuerpo,
Arranca con tus manos delicadas,
Este corazón  en desvalía.

Cose poco a poco sus pedazos,
Con hilos de amor y ternura
Para ir reconstruyendo a este pobre corazón,
Que terminará  con miles de costuras
Por su pasada destrucción.

Asegúrate,  que de entre las costuras no caigan gotas,
De la sangre envenenada de mi roto corazón.
No dejes que manchen el resto de mi cuerpo,
Tornado grisáceo  por las veces que latió.

En corazón  de cianuro,
Un día  se convirtió ,
Succiona de él,  el mortífero  ácido
Que poco a poco lo mató.

Cirujano de mi corazón,
Ya que has sellado las heridas
Y arrancado el mortal veneno,
Devuélvele a mi cuerpo la vida.

Evadne Dos Torres
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Entre niebla y frío

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Me detuve a contemplar tus ojos,
sólo un instante, un segundo;
porque son éstos el oscuro río,
donde brota mi corazón vestido de luto.

Guardan como escondite, la oscuridad,
las pupilas de esos ojos,
que como hechizo penetran en los míos
y con un solo contacto me petrifican.

Muerte recóndita e infinita
le dan tus labios a mi boca.
Con el mínimo rozar,
me desangro en su palpitar;
hasta dejarme pálida, como ser inmortal.

Tu tersa piel,
eriza mis sentidos,
su frialdad sin sensatez,
me lleva a lo prohibido.

Cuerpo sombrío y erguido,
que llamas con tu sombra
la compañía del mío,
albérgame, hasta sentir escalofríos.

Arrópame con tu abrazo en niebla y frío,
deja sin aliento a este ser sin sentido.

Evadne Dos Torres
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