Danza del pecado

Las almas se saludan,
Con el choque de miradas
Los cuerpos se declaran,
En una fiebre desenfrenada.

El deseo se enciende
Con la chispa de ese beso,
Que se regalan nuestros labios
Para calmar los cuerpos.

Me toman esas manos fuertes
Que aprisionan mi cintura
Y una vez más me envuelven,
En el amor de esta lujuria.

En la oscuridad de la noche,
Se entrecruzan las sombras
Adornadas por las estrellas
Que iluminando, nos adoran.

Las partículas de estos cuerpos
Se transportan en el aire,
Víctimas del pudor,
Dos seres que unen sus mitades.

Se pierde la respiración
Entre almas encarnadas
Se desborda la gran pasión
Del amante y de su amada.

Encadenados en esta entrega,
El acercamiento y apego
El movimiento de los cuerpos,
Que se funden en esta hoguera.

Almas libres, cuerpos desnudos,
Impulsados por más que la tentación
Por este amor verdadero;
Se embriagan en la cordura,
En el calor de los sexos.

Amor, lujuria
Locura y pasión.
Danza del pecado:
Entrega mutua
De tortura y seducción.

Evadne Dos Torres
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Cañaveral

Mientras  la oscuridad de la noche nos arropa,
Arranquemos el disfraz de los poros
Y vistamos, nuestra piel de su verdadero color.

Dejemos que el crayón negro
Se deslize entre los rostros
Y que las cadenas nos aprisionen una vez más.

Seamos, esta noche esclavos
Del torrente de emociones,
Melao en el alma
Melaza en la carne.

La luna nos bañará
Y será  la cómplice,
Del danzar unísono  de los cuerpos
Del movimiento frenético  de las caderas
De la fusión  deliciosa,
Entre lodo y caña.

Nuestras sombras bailarán hasta volverse indivisibles,
El pudor, el sudor, la humedad
Inundarán  la tierra sometida,
Hasta volvernos criaturas de fango.

Cantaremos delirantes, drogados
Adoraremos el éxtasis
Que se desbordará a borbotones por doquier.

Beberemos, hasta embriagarnos del elixir  de la vida,
Seremos:
Río  y mar,
Fuego y agua,
Sol y luna;
Haremos de la noche
Pleno amanecer.

Evadne Dos Torres
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Erotismo

Ese deseo carnal a oscuras,
en esta habitación perfumada;
del aroma de pétalos de rosas rodeada
incrustrados en las esquinas de esta alcohoba.

Anhelo insaciable, peligro mortal;
amante pesadilla, sueño pasional.

Entrega por completo, corporal y espiritual;
alma transportada a dimensiones celestiales,
cuerpo elevado de espacios terrenales;
deseo insaciable de animal sexual.

Noches entre sábanas,
enredados en la cama;
cuerpos trastornados por una adicción.

Almas desprendidas, unidas en una,
cuerpos saciados por una dulce tentación.

Evadne Dos Torres
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Afrodita

Nacida entre arena y mar
las olas forman tus ropas,
ojos de fuego, piel de seda
quiero perderme en tus caderas.

De tus cabellos brota la brisa
que tiernamente me acaricia,
tus manos son refugio de mi alma perdida;
quiero ser eterna prisionera de tus caricias.

Son tus labios dulce manantial,
que nunca quiero dejar de besar
para perderme entre la miel,
dulce néctar de tu boca.

Es tu cuerpo el paraiso
donde quiero vivir,
donde me quiero perder
sin encontrar la salida.

Son tus palabras ese hechizo,
que me ha cautivado
tu alma, mi diosa, es mi delirio;
mi amor es tuyo, mi corazón tu destino.

Evadne Dos Torres
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Quiero ser tuya

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Te pertenece todo de mí;

                                            mi cuerpo,

mi alma,

                  mi corazón.

Posees mi mente,

                mis pensamientos;

                                   alimentas…

                                           mi espíritu.

Quiero entregarme enteramente a tí,

desatar esta pasión

que quema mi interior.

Demostrarte…

todo mi amor

con mis caricias,

con mis besos;

haciéndote… 

mía

haciéndome… 

tuya.

Evadne Dos Torres
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Poema VI

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El cielo se cubre en la neblina,
las estrellas, vendan sus ojos
para no ser testigos de la lujuría
que se desata entre dos cuerpos.

Humedece nuestra piel el rocío de la madrugada,
que se evapora en los poros de esta carne
que inundada de deseo hierve sin medidas.

Se cruzan, se miran, las pupilas
de dos seres que perdidos se hallan en la nada…

Sólo existen, hombre, mujer, mujer, hombre
en los minutos pasajeros
donde los tímidos labios se estrechan por primera vez.

De esos labios masculinos brota la voz del placer,
provocada por aquellos labios de seda, aquella boca, que ha de beber.

Hombre, mujer…
mujer, hombre,
conocidos de antaño, 
que en el momento del pacto
se han de desconocer.

Evadne Dos Torres
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